lunes, 18 de abril de 2011

Sorpresas te de la vida

Hace once años, la Semana Santa cayó en las mismas fechas que éste y yo fui a Sevilla. En el tren, el silencio se esponjaba y yo pensaba en esa vida que llevaba, que se parecía tanto a la que había diseñado en mi imaginación, pero que me hacía tan profundamente infeliz. Estos pensamientos se disiparon al llegar a Sevilla, tan radiante y luminosa en el mes de abril, que de tan bonita me parecía un decorado teatral. Yo contribuí al espectáculo con el traje negro que me hice confeccionar por mi tía Chencha y con mi peineta y mi mantilla. El día que lucí dicho atuendo resultó un día tan feliz que, al acabarlo, hubiera deseado que volviera a empezar de nuevo.

Aquella Semana Santa cumplí los años en Sevilla. Pasaba por el puente de Triana, dispuesta a disfrutar de la Madrugá, cuando dieron las 12. Como siempre estoy dispuesta a creer en los buenos augurios, pensé que aquello era algo realmente auspicioso y que, sin duda, mi realidad se iba a transformar como por arte de magia, que los astros iban a estar de mi parte. En cierta manera, eso fue así. Pocos meses después, sin apenas pensarlo, le di la vuelta a mi vida como a un calcetín y me fui dejando en el horno esas lubinas que ya nadie se iba a comer. Una no se aleja de su pasado solo por cerrar una puerta y arrastrar una maleta hasta la estación de tren, pero eso lo descubrí más tarde. Entonces no sabía de todos los planes que nunca se iban a realizar ni de todos los momentos duros, durísimos, que me esperaban. Pero tampoco sabía todas las sorpresas maravillosas que me aguardaban, todos los sueños que sí que se iban a cumplir y aquellos otros que ni tan siquiera me había atrevido a soñar de tan maravillosos pero que también se materializaron.

En la vida hay personas a las que quieres mucho, personas que forman parte de ti y que siempre están a tu lado. En mi vida, además, hay tres personas que, cuando aparecieron en ella, le dieron un giro argumental, la transformaron por completo. Personas sin las cuales no sería como soy hoy. Personas que confiaron en mí y que, como en los versos de Salinas, sacaron de mí mi mejor yo. Esas personas son Neus Carbonell, José Ramón López y Amparo Tusón. Va por ellos.

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