miércoles, 28 de septiembre de 2011

Las apariencias engañan


Las cosas ya no son lo que eran, eso desde luego. Una de las mayores decepciones de mi vida, por ejemplo, me la llevé en el centro de belleza al que acudía a realizarme la depilación láser. A ese mismo lugar acudían todas las gitanas y mucho de los gitanos de mi barrio… para tomar rayos UVA. Así que la cacareada piel morena de esa raza que puebla tantos poemas y canciones es, en realidad, fruto de las innovaciones tecnológicas estéticas. “Para que te fíes de los gitanos”, recuerdo que pensé.



Pero este verano me sucedió una cosa aún más sorprendente. Estaba pasando unos días en un pueblo de los Alpes, en la muy católica Austria y me puse a ojear un catálogo de esos con productos de teletienda. Aparecían por allí lindas figuritas de erizos, todo tipo de utensilios para el hogar, la socorrida batamanta, recipientes para dentaduras postizas… en fin, una serie de objetos que se suponen que hacen la vida más fácil pero de los que se puede prescindir perfectamente. En esas estaba cuando, de repente, aparece ante mis ojos la página dedicada a vibradores masculinos y femenino. A ver, que no se me malinterprete, que yo soy tan abierta y liberal como la que más, pero es que, a partir de ese momento, ya no pude mirar con la misma cara a esos ancianitos que los domingos se ponen su traje regional para ir a misa y luego a comer con la familia. Si ellos supiesen lo que esconden en el cajón de la mesilla de noche…

jueves, 22 de septiembre de 2011

La ausencia

La ausencia es, quizá, un de los sentimientos más doloroso, ya que posee una capacidad devastadora para carcomer las entrañas de quien la sufre. Me cuenta J. que cuando tenía siete años su madre lo dejó en Ecuador con su abuela para venirse a España y, aunque su abuela lo cuidó con mucho amor, le faltaba, a esa tierna edad, el cariño de su madre. Estuvo tres años sin verla y cuando volvió a su país, la situación era difícil porque a esa edad, tanto tiempo es una eternidad y él ya no la reconocía. En los tres meses que estuvieron juntos le dio todo el amor que tenía guardado y dice J. que nunca ha llorado tanto como el día que fue al aeropuerto a despedirla. Ahora él también está en España, feliz con su madre, pero con la pena de estar lejos de su abuela que, poco a poco, se fue convirtiendo en una segunda madre. Me conmueve esta historia, el dolor desgarrador de esa madre y ese hijo separados por todo un océano y de esa abuela, lejos de su hija y de su nieto. Pese a todos, ellos se tienen, aun en la distancia.

Hay otro tipo de ausencia más desgarradora todavía, por lo que tiene de irreversible, que es la de la muerte y por eso me resulta admirable que alguien pueda tranformar una experiencia tan terrible en arte. Ese es el caso del espectáculo Hivernacle de la compañía "Una del montón" que actúa estos días en el Teatro Tantarantana de Barcelona. La bellísima bailaora Ana Pérez transformó el dolor del fallecimiento de su padre en una coreografía que pretende ser, como si de un invernadero se tratara, un espacio para refugiarse del frío que se nos queda en el cuerpo cuando Las Parcas irrumpen en nuestra vida. Pese al dolor inicial, se produce la reconciliación con las hermosas palabras -cito de memoria- "este dolor no puede ser malo si viene de ti" y el enérgico zapateado final. Hermosa lección de vida, sin duda alguna.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Días de verano


A pocas horas de la vuelta al cole, recibo un e-mail de mi amiga con unas fotos de este verano, retazos de felicidad. Desde hace años tenemos una tradición, para nosotras sagrada, la de pasar unos días juntas en la Costa Brava. Horas en la playa, bajo la bendición del sol, contemplando -cada vez más de lejos- los juegos de sus hijos, de disfrutar de la belleza infinita de nuestro paraíso particular. Y noches de charlas interminables en la terraza, con esa sensación de ligereza que te da el Spritz.
Dentro de esa tradición estival, cumplimos con nuestro rito de ir de excursión a las diferentes calas y pedirle a nuestro faro que nos ilumine el año porque, para las personas que hemos vivido toda la vida regidas por el horario escolar, el año empieza en septiembre. Y cada año volvemos a admiramos por el milagro la naturaleza que inunda nuestros ojos y nos emocionamos por la gran cantidad de peces que vemos mientras buceamos. Adoro esa sensación de sentirte fundida en el mar, de vivir ese profundo presente.

Existe un proyecto para convertir nuestro lugar de peregrinaje en reserva marina pero la crisis -palabra que ya ha devenido en casi totémica- y la falta de acuerdo entre los diferentes partidos políticos lo han paralizado. Es evidente que la naturaleza nos sobrevivirá a todos pero no estaría de más que le echáramos una manita así que espero  que, finalmente, el proyecto llegue a buen puerto.
Y, mientras tanto, feliz inicio de curso.