jueves, 22 de agosto de 2013

Abuelito, dime tú

Mi abuelo era socialista. Abrazó esta ideología siendo muy joven y la mantuvo hasta el final de sus días.
Cuando estalló la guerra le pilló en la mal llamada zona nacional y, pese a ser poco más que un crío, eran tan firmes sus convicciones, que intentó pasar a la zona republicana. Lo falangistas lo pillaron, lo purgaron y estuvo a punto de perder la vida pero, afortunadamente, se salvó. Esta historia mil veces escuchada a lo largo de mi infancia aparecía siempre unida al rechazo al fascismo. Otro de mis pasajes preferidos era cuando mi madre me contaba que de pequeña su padre escuchaba radio Pirenaica con todo bien cerrado y que esto era algo que se debía guardar en secreto. Me hablaba también de lo confuso que le resultaba conciliar la emoción que sentía con los vibrantes discursos de la Pasionaria con las enseñanzas que recibía en su colegio de monjas. Supongo que este talante de mi madre, también socialista, que creció entre esos dos mundos y supo sacar lo bueno de cada uno de ellos, es lo que ha hecho crecer en mí ese profundo respeto hacia cualquier postura ideológica.
A partir de esto, es imaginable mi estupefacción cuando leí el martes el editorial de VilaWeb escrito por Vicent Partal (no lo enlazo aquí porque no me apetece facilitarle lectores) en el que decía que el PSC bascula hacia el fascismo y, además, anunciaba que al día siguiente seguiría desgranando semejante afirmación. No voy a entrar a desmontar un texto tan falaz -realmente, no lo merece- si no a reflexionar sobre el porqué de este ataque. Da la casualidad (o no) que, además, tan solo unos días antes (17/08/13), Quico Sallés había publicado en Nació Digital un artículo de opinión que consistía en ensalzar a Xavier Trias, alcalde de Barcelona y en denigrar de manera furibunda al PSC y, muy especialmente, a Montserrat Capdevila, diputada de este partido y a la que, en uno de esos alardes de machismo a los que estamos tan acostumbradas, se acusaba de ir al Parlament a lucir modelitos más que a trabajar (de nuevo, no lo enlazo por los mismos motivos que el anterior). Está claro que hay periodistas a los que se les da muy bien eso de ser la voz del amo. ¿Por qué dos artículos tan virulentos contra el PSC en tan poco tiempo desde dos medios subvencionados (según datos de febrero de 2012, VilaWeb, 71.629,99 euros y Nació Digital, 45,056,19) por la Generalitat? Obviamente, yo no estoy en las cabezas de estas personas y no lo sé, pero esta inusitada violencia contra el PSC contrasta con las palabras melosas que hasta hace pocas semanas se les invitaba a sumarse al Pacto Nacional por el Derecho a Decidir y creo que es posible que este sea uno de los motivos.
Desde el pasado 11 de septiembre se ha intentado vender la imagen de "un solo pueblo", un pueblo unido con un gran fin común, el derecho a decidir, un derecho legítimo y democrático al que tan solo los "adversarios" de Cataluña se podían oponer. Estos adversarios son según Carme Forcadell, presidenta de ANC, C's y PP (para más información ver aquí). El PP -que en las pasadas elecciones catalanas sacó apenas 20.000 votos menos que ERC- ha sido siempre el malo oficial de la Cataluña nacionalista y a C's o bien se le ningunea o bien se le añaden coletillas como "fachas", "nacionalistas españoles" o, incluso, "de ultraderecha" así que todo parecía cuadrar. Hasta que el PSC se ha empezado a desmarcar de este discurso oficialista. ¡Oh!, entonces para los medios subvencionados está claro: son fascistas. Literalmente, Partal habla de un "socialismo que bascula hacia el fascismo" y Sallés de gente que son "subproductos del fascismo imperante a Cataluña desde 1939". Y es que ahora toca denigrar al PSC porque aunque el delirante editorial hable de ellos como poco más que un grupo marginal que tiende a la desaparición, lo cierto es que se trata de la 2ª fuerza más votada de Cataluña incluso con sus peores resultados además de que ofrecen la legitimidad que supone pertenecer a la Internacional Socialista. Pero ya sabemos quién tiene aquí la máquina de carnés de buenos y malos catalanes y de demócratas y no demócratas: y o bien comulgas con el ideario oficial o te vas a la lista negra.
Hace pocos días, la Canciller alemana Angela Merkel advertía de la banalización del nazismo en España por la desgraciada profusión de símbolos que estamos sufriendo y por la alegría con la que se suelta el apelativo. Que vayan tomando nota los de la internalización del conflicto. Ah, no, que de eso ya no se habla, que por ahí ya se han dado cuenta de que no hay nada que rascar.

martes, 6 de agosto de 2013

Pureza de sangre

Una de las cosas más latosas, además del constante reparto de carnés de buenos y malos catalanes del que hablé en "Los enemigos de Cataluña" (se puede leer aquí) es la exigencia constante de tener que apoyar esto o lo otro o, por el contrario, de condenar cualquier acción, especialmente si ya lo has hecho de forma pública. Las redes sociales son, sin duda, maravillosas y una fuente fantástica de oportunidades, pero también hay una parte de exposición que tiene sus riesgos y como, además, se da por hecho de que estamos todo el día pendientes de nuestros dispositivos móviles, la respuesta tiene que ser inmediata.
Hace unas semanas condené en Twitter y Facebook el ataque a la sede de C's y hubo quien se apresó a escribir comentarios en los se que minimizaban tal ataque y añadían que "y los de ultraderecha más", como si C's o yo tuviéramos algo que ver en esas acciones. Poco después, condené las pintadas a las sedes de PSC y PP  de Arran y tres cuartos de lo mismo. El día que salieron en la prensa las pintadas perpetradas por un grupúsculo de ultraderecha contra la sede de  El Punt-Avui yo estaba en la piscina y, por deferencia a mis acompañantes, desconectada del mundo virtual. Al llegar a casa, sobre las siete de la tarde, vi la noticia y, rápidamente, la condené en Twitter. Pues bien, al abrir mi Facebook ya tenía un mensaje echándome en cara que no lo había condenado. ¡Por Dios! ¡Qué tengo vida más allá de Internet! Voy a plasmarlo por escrito a ver si queda clarito de una vez y no hace falta que tenga que jurarlo con la mano sobre la Biblia a la menor ocasión: estoy en contra de cualquier insulto, falta de respeto o destrozo de material da igual la procedencia y el destinatario. Y cuando digo en contra de todos los insultos quiero decir eso, de todos, porque tampoco me parece demasiado lógico que algunas personas defendieran a la deportista Roser Tarragó -y obviamente condeno a quienes la insultaron- y, a la vez, aprovecharan el tuit para insultar a España y a los españoles. Y eso no debería ser así. Aunque sea por coherencia.

También me he encontrado constantemente con gente que me suelta un "pero estás a favor o en contra del referendo", sin tener en cuenta que, a día de hoy, no hay ningún referendo la vista y, ni tan siquiera, una posible pregunta y que, además, si llega a convocarse lo más probable es que no sea un referendo sino una consulta por vía no refrendaria. Pues no, tienes que manifestar públicamente tu adhesión incondicional. Si dices que no tienes ninguna intención de contestar a una interpelación tan poco pertinente a alguien a quien ni tan siquiera conoces, entonces eres facha o, ya, cuando tiramos la casa por la ventana, fascista, como me dijo uno ayer, a la vez que proclamaba que él era millones de veces más demócrata que yo.
Por si todo esto fuera poco, ahora también se te exige manifestar si estás a favor o en contra de cada una de las cadenas de todo tipo que están proliferando en nuestra Comunidad Autónoma por el simple hecho de haber comentado que la cadena nudista de Palamós me parecía de un pésimo gusto y que, en general, no soy demasiado aficionada a lo que Guillem Martínez denominó, con mucho acierto, actividades de la inmensa casa de colonias en la que se ha convertido Cataluña (vid artículo aquí). De verdad, como si yo no tuviera nada mejor que hacer que estar posicionándose públicamente sobre cada una de las actividades veraniegas.
En fin, que se siente una como si hubiésemos retrocedido a los Siglos de Oro y se tuviera que hacer valer en todo momento que se es cristiano viejo. Y, la verdad, a mí lo de la pureza de sangre no me va, prefiero mil veces la mezcla.