sábado, 21 de enero de 2012

Vergüencita



Escucho, ruborizada, esas palabras entre Álvaro Pérez, El Bigotes y el expresidente Francisco Camps, palabras que rezuman arrope y que podrían tener cierta gracia entre dos adolescentes pero que resultan totalmente ridículas entre dos adultos. Y ya no entro en la culpabilidad o no, que para eso están los jueces, sino en la falta de decoro, de sentido estético y, por supuesto, de vergüenza. Porque, mientras los empleados públicos de bien se lo piensan antes de hacer fotocopias, por no malgastar, mientras que cualquier estudiante decente espera a tener las notas puestas para decirle a su profesora que le han encantado sus clases, estos dos se deshacen en melaza a cambio de, supuestamente, sustanciosos contratos uno y cuatro traje, el otro. Y eso que ya había leído muchas de esas encendidas declaraciones de amor en la prensa pero, el oírlas, las convierte en algo aún más ridículo y grotesco.

En los últimos tiempos, con las noticias de la trama Gurtel; los ERES irregulares que servían, de nuevo supuestamente, para financiar prostitutas, drogas y alcohol y, cómo no, el caso Urdangarin, da la sensación de que si España está en la ruina es porque aquí se ha robado todo lo que se ha podido y más. Y lo peor de todo es que esas personas ya tenían mucho más de lo que podemos, ni tan solo aspirar, la mayoría de mortales. Pero, aún así, como si de unos reyezuelos Midas de poca monta se trataran, han tenido que meter mano en el dinero de público para seguir enriqueciéndose y ser cada día, de palabra y obra, un poquito más horteras.

domingo, 15 de enero de 2012

Marta del Castillo y la educación


Como a la mayoría de la gente, a mí también se me quedó la sangre helada cuando me enteré de la sentencia en el juicio de Marta del Castillo. Una, evidentemente, se pone en la piel de esos padres que al dolor inabarcable de la muerte de una hija adolescente tienen que sumar la desgarradora aberración de no saber ni dónde está el cuerpo para poder empezar un proceso de duelo. Y, encima, la sensación de que unos niñatos se han reído de todo el mundo. Tras esto, intento entender que en un estado de derecho solo se puede actuar según la legislación vigente y que tan solo se puede condenar si las pruebas son claras y contundentes. Da rabia, mucha rabia, pensar que algunos culpables, como dice el abuelo, “se han ido de rositas”, pero también hay que entender que castigar a personas que no han hecho nada no solo no devolverá la vida a Marta sino que sumará nuevas víctimas a su muerte.

            Leo en el informe psicológico de Miguel Carcaño, el autor confeso de la muerte de la joven, que "es una persona con dificultades para establecer fuertes y estables vínculos afectivos, así como para comprender o ponerse en el papel de los otros". Y concluye con que es un “egocéntrico consentido”. No me extraña. Desgraciadamente, estoy acostumbrada a tratar con este tipo de perfil. Cada vez es más común encontrar adolescentes que reivindican todos sus derechos –y otros que se inventan- pero incapaces de entender que, además, tienen deberes y que sus derechos y su libertad hacen frontera con los derechos y la libertad de los demás. Suelen tener un escaso control de sus impulsos y una absoluta intolerancia a la frustración, es decir, no aceptan un “no” por respuesta y siempre hacen todo lo posible por satisfacer sus deseos de forma inmediata. Si son pillados cometiendo una infracción, suelen mentir y manipular para intentar salirse con la suya. Este es un tema hace mucho tiempo que me preocupa: veo salir de los institutos a personas –a veces con el título de la ESO y otras no- que pese a haber estado hasta los dieciséis años en el sistema educativo, a duras penas saben leer y escribir; personas incapaces de cumplir con sus mínimas responsabilidades –ir a clase, llegar a la hora, presentar las tareas…-; que contestan de forma maleducada e insultan constantemente. Personas que, en el peor de los casos, han empezado ya a delinquir con el hurto de móviles, portátiles y cobre y que ya se han tenido que enfrentar a juicios de los que han salido inmunes. No sé, pero creo que hay algo que estamos haciendo mal, muy mal.