miércoles, 22 de junio de 2011

PACO


Cuando teníamos 18 y 19 años, Paco y yo fundamos un grupo de teatro en la calle que se llamaba “La Cirio” con el que montábamos unas escenas muy divertidas en las fiestas populares. Se nos ocurría una performance y movilizábamos a nuestras amistades, que nos secundaban encantadas. Qué días tan luminosos, cuántos momentos divertidos, qué energía para poner en pie las ideas más disparatadas. El nombre se lo puso Paco –el de este blog también se lo debo a él- y reflejaba esa idea de llegar a los sitios y montar un cirio. La primera acción que montamos fue en la Castañada del 91 y consistía en aparecer en medio del baile que se organizaba en Rubí y montar un espectáculo. Pese a que íbamos con ropa de los 70, hubo gente que creyó que era verdad y acabó llegando a oídos de una de mis tías que me había casado. A partir de entonces empezamos a decir que éramos un matrimonio y él solía hablar de mí como su esposa y yo de él como mi esposo y gracias a esto conseguimos ciertas ventajas, como que nos hicieran cuota familiar en el gimnasio al que acudíamos juntos. En todo caso, si tomamos las preciosas palabras de “en la salud y la enfermedad, en las alegrías y en las penas, hasta que la muerte os separe”, puedo decir que en nuestro caso fue así.
Paco ha estado presente en mi vida, de forma incondicional, estos veinte años. Juntos hemos crecido, juntos creamos una forma de ver el mundo, un lenguaje lleno de neologismos, una misma forma de pensar. Todo esto se fue gestando en nuestras interminables conversaciones, en las muchas horas que pasamos juntos o que hablábamos por teléfono cuando la distancia nos separaba (solo) físicamente. Hace unos días, cuando fui a Gran Canaria a despedirme de él para siempre, vi su coche aparcado frente a la puerta de su casa. Lo acaricié. Pese a que hacía tiempo que se había comprado una furgoneta, aún guardaba su viejo a AX, testigo de nuestras más íntimas confesiones cuando me acompañaba hasta mi casa por la noche y no veíamos el momento de separarnos o cuando viajábamos por Mallorca o por alguna de las islas Canarias en buscas de playas remotas.
No puedo glosar en unas cuantas palabras como era Paco. El lenguaje es demasiado pobre para describir su luz, su alegría, su bondad, su generosidad, su belleza, carisma, su sabiduría… Imposible narrar tantos y tantos momentos mágicos, tanta felicidad, tanto amor. Todas las personas que lo hemos disfrutado coincidimos en señalar lo mucho que nos ayudó, lo mucho que aprendimos de él. Y es que era un ser excepcional. En estos veinte años, cada vez que acudí a él, triste por cualquier motivo, o totalmente destrozada en esos momentos que la vida me ha vapuleado, Paco me consoló. Y cuando digo que “me consoló”, no quiere decir que me dijera unas palabras amables o que me acariciara una mejilla, no. Lo que quiero decir es que junto a él mi dolor de verdad desaparecía, era capaz de calmar totalmente mi angustia vital. Resultaba imposible estar mal a su lado. Era un ser tan angelical que imagino que ya no tenía nada que hacer aquí y que por eso ahora está en un lugar mejor, velando por todos sus seres queridos como siempre ha hecho. 


sábado, 4 de junio de 2011

Que alguien me lo explique

Arcadi –quien, por cierto, es pintipuro a un retrato de Tamara Lempicka- dice que la asquerosa actuación policial de los Mossos d’Esquadra del pasado 27 de mayo en Plaza Cataluña ha hecho que saque el tigre que lleva dentro y ahora está totalmente entregado a la causa. Así, llevado por ese ímpetu revolucionario, el día siguiente de la victoria del Barça en Wembley, él escribió en su muro de Facebook: “El Barça me la trae floja”. A mí también me gustaría poder escribir un estado como ese, pero no puedo. En primer lugar, por razones obvias, ya que carezco de atributos masculinos y, por otra, porque aunque me gustaría que el Barça me fuera totalmente indiferente, temo cada uno de sus partidos como una condena.

De entrada, ya antes de que empiece, te puedes encontrar a sus seguidores (y algunas seguidoras) por las calles vociferando. Una vez iniciado el encuentro, no paran de hacer ruido con esos inventos infernales en forma de aerosol sonoro y con petardos, algo que se multiplica en caso de que marquen un gol. Mientras, el pobre Román, en general un perro tranquilo y pacífico, empieza a ladrar enloquecido y a correr de un sitio a otro del piso, contribuyendo así al horror y, seguramente, sufriendo bastante. Si el Barça gana o empata, algo que sucede con gran frecuencia, se desata el escándalo. Esto es especialmente terrible si sucede entre semana y al día siguiente tienes que levantarte a las 6 de la mañana, como es mi caso y el de tantas otras personas.
¿Por qué se permite todo esto con el fútbol? ¿Qué pasaría si cada persona, contenta por sus motivos personales –encontrar trabajo, aprobar unas oposiciones, tener el orgasmo de tu vida- se dedicara a tirar petardos hasta altas horas de la madrugada? Y digo Barça porque vivo en Barcelona, pero lo hago extensible a cualquier equipo al que se le permita tanta majadería.  Vaya por delante que cada uno puede tener la afición que le plazca, sea fútbol, jardinería o encajes de bolillo y que, por supuesto, me parece que el equipo de Pep Guardiola tiene un gran mérito deportivo pero ¿por qué tiene que interferir en la vida de todo el mundo, incluidos aquellos a los que el fútbol nos da igual? ¿Por qué se les dedica tantísimo espacio en los medios de comunicación? Y, sobre todo -siguiendo la estela de Antonio Muñoz Molina en su entrada de blog “¿Cuánto nos cuesta?”- ¿por qué tenemos que pagar los excesos de sus hinchas? Me parece que la obligación de la ciudadanía es reclamar el monto de los destrozos que se producen en cada una de las celebraciones de este club privado y, por supuesto, negarnos a pagar nada. Sin ir más lejos, en la celebración del sábado 28 de mayo, los comerciantes valoran las roturas y saqueos en 602.682 euros. Escandaloso, absolutamente escandaloso. Y no me sirve que se diga que son cuatro, que el resto de la afición no tiene la culpa, porque esto es siempre así. ¿Por qué se permite? ¿Por qué está tan bien aceptado? ¿Por qué en la televisión pública catalana se da por hecho que todo el mundo es del Barça y se manifiesta abiertamente el deseo de que gane? Que alguien me lo cuente porque yo no entiendo nada.