sábado, 21 de abril de 2012

Barcelona underground

- ¿Cómo se llama el genocidio de Rubí? -preguntó Arcadi
- ¿Genocidio? ¿Qué genocidio? -dije yo sorprendida.
- ¿Te refieres a la riada? -añadió Manu, tan de Rubí y tan perplejo como yo misma.
- Sí, los que sois de Rubí, ¿cómo os llamáis?
- Gentilicio, Arcadi, eso es gentilicio -apostilló Raúl.
- Bueno, pues eso, ¿cuál es vuestro gentilicio?
- Rubinenses.

Esta conversación tuvo lugar a altas horas de la madrugada mientras sonaba de fondo "Al amanecer", de Los fresones rebeldes, en un local de Barcelona que parece el típico bar con jamones en el techo pero que si atraviesas la cocina vas a parar a lo que imagino que debió de ser el almacén y allí se montan fiestas en las que puedes pinchar tu propia música. Nada más llegar, a modo de bienvenida, estaba sonando "No me digas que hay nada más triste que lo tuyo" de Hidrogenesse. Carlos Ballesteros es amigo nuestro desde la adolescencia compartida en esa ciudad de la periferia y, precisamente, en esa canción, aparece el nombre de nuestra querida ciudad: "un turno de noche es mucho más triste en la cadena de montaje esperando la sirena con lo peor de Rubí contando sus miserias, no hay nada más triste que un turno de noche". Auténtico lirismo social.


Nos llena de alegría haber descubierto este local y poder revivir lo mejor de la Barcelona pre-ordenanzas cívicas, primero la del tripartito y la que ahora quiere imponer CIU, ordenanzas que han servido, por ejemplo, para reducir las posibilidades de escuchar música en directo en pequeños locales y, con ello, la vitalidad que tuvieron los grupos de la ciudad y que dieron lugar a un tipo sonido que se llamó el de la "Barcelona bastarda". También le han hecho bastante la vida imposible a las prostitutas, normalmente por intereses especulativos o a los skaters, que nunca he entendido del todo bien qué mal hacen a nadie patinando en la plaza del MACBA.

Antes de abandonar el local para seguir disfrutando de la cálida madrugada primaveral en unas calles inundadas del olor de la bollería acabada de hornear gritamos bien fuerte "¡abajo las ordenanzas cívicas! Y tuvimos la sensación de que sí, que las cosas pueden cambiar.

martes, 17 de abril de 2012

Soledad real

El rey de España se va a una cacería que cuesta bastante más de lo que cobra la mayoría de gente en un año de trabajo -si es que tienen la suerte de tener trabajo y cobrar-, se parte la crisma, lo ingresan en el hospital para una operación el viernes y, hasta el martes de la semana siguiente, su querida esposa que está en Grecia, es decir, a escasas horas de avión, no va a visitarlo. Cuando por fin llega, la visita dura 25 minutos. Si descontamos el tiempo de llegar a la habitación y de hablar con los médicos, ¿cuánto tiempo estuvieron juntos? ¿Es que ya no tienen ni siquiera el interés de disimular que todo esto es un paripé? Tampoco es que hayan estado demasiado tiempo con él sus hijos, la infanta Elena y el príncipe Felipe, quiero decir, porque la otra sigue exiliada en Estados Unidos. Pero vamos, que si yo fuera Elena tampoco estaría demasiado contenta, que mientras su pequeño Froilán estaba ingresado en el hospital por haberse disparado en el pie -ya se sabe, lo que le pasa a todos los niños, según la reina Sofía, quién no ha jugado con una recortada a su edad- el rey tampoco fue a visitarlo porque estaba fastidiando la vida a los elefantes.


Espero que, poco a poco, todo esto sirva para ir desmontando el chiringuito que tienen montado, empezando por el mítico discurso del rey com gran valedor de la democracia porque, la verdad, no está el horno para bollos y creo que ya hemos aguantado muchas tonterías. Como dice Ángel Martín, en su próximo discurso de Navidad el rey debería decir:  "Hola. ¡¡¿Que coño tenemos que hacer para que nos echéis?!! Adiós."

sábado, 14 de abril de 2012

No con mis impuestos

No hay ninguna duda de que si alguien está haciendo méritos a favor de la República es la familia Borbón. Primero, la supuesta afición de Urdangarin a las sociedades sin ánimo de lucro (ajeno) pero la mar de beneficiosas para el bolsillo (propio); luego, Froilán, que se hiere un pie con una escopeta -si esta fuera una familia real en lugar de Real, ya estarían los Servicios Sociales encima- y ahora, el rey, que se rompe la cadera cazando elefantes en Botsuana el día en que celebramos el aniversario de la II República.
Estoy en contra de cualquier tipo de maltrato animal así que cualquier tipo de cacería me parece repugnante. En este caso, además, se trata de elefantes, animales protegidos porque están cercanos a la extinción. ¡Ah! Pero poderoso caballero es don dinero. En la página web de Rann Safaris, que ofrece fotos con el monarca español frente a sus presas abatidas y, quizá por eso, a los pocos minutos de conocerse la noticia se censuró, se dice que un safari de 14 días con elefante cuesta unos 42.250 euros. Imagino que hay también hay que sumar escoltas, guardaespaldas y quizá algún otro tipo de acompañante. Y todo eso sale de nuestros impuestos. Mientras se cierran quirófanos, no hay dinero para calefacción en los institutos, se sube el IRPF y se bajan los sueldos, el rey de España, ese hombre que dice no dormir por culpa del paro, se va a cazar elefantes. Será para quitarse el estrés, el pobre hombre.


lunes, 9 de abril de 2012

Caperucita Roja


Aquel día, la niña estaba muy emocionada ya que su madre le había hecho un encargo muy especial: llevarle la cesta de la merienda a su abuela. Le encantaba visitar a su abuela, que siempre tenía historias interesantes que contarle pero es que, además, era la primera vez que la mandaban a un recado a ella sola. Para su madre, todas las recomendaciones eran pocas: que si abrígate bien, que si no te pares a hablar con nadie, que vayas por la vereda y no atravieses el bosque…
            La niña oía la voz de su madre como una fina lluvia de esas que mojan las hojas tendidas sobre el suelo en los días de otoño inundándolo todo con un olor especial, mientras tan solo podía pensar en estrenar su linda capa roja con capucha, de ese color rojo brillante que tanto le gustaba. Así pues, caperuza puesta y cesta bajo el brazo, se dispuso a ir a casa de su abuela.
            Era uno de esos días radiantes de primavera que te invitan a disfrutar de cada soplo de aire, de cada brizna de hierba así que, casi sin darse cuenta, se salió de la vereda y caminó dirección al bosque, llenando sus ojos con los vivos colores de la retamas y de las mariposas que revoloteaban buscando flores en las que posarse y libar. Estaba entretenida en estos pensamientos cuando, de repente, apareció un lobo.
-          Hola, qué linda capa roja llevas.
-          Muchas gracias, señor lobo, la estreno hoy.
-          ¿Y eso?
-          Porque voy a llevarle la merienda a mi abuela.
-          Se me ocurre una cosa, podríamos hacer un juego, a ver quién llega antes. Tú sigues por este camino y yo, por el otro.
-          De acuerdo –aceptó ella, siempre dispuesta a encarar nuevos retos.
El lobo podría habérsela comido allí mismo, de haber querido, pero era de natural retorcido y prefería idear aquel plan absurdo. Fue corriendo sobre sus veloces patas hasta a la casa de la abuela y, una vez allí, cuando la confiada anciana le abrió la puerta, él se la comió de un solo bocado. Después, fue al armario para ver que encontraba allí. La abuela había sido una mujer bellísima y aún guardaba algunos trajes de su época de vedette. Ni que decir tiene que el lobo no pudo resistirse al encanto de las plumas y la pedrería y se puso uno de aquellos trajes de ensueño. En esas estaba cuando llegó la niña.
-          ¡Oh, abuelita! ¡Qué maravilla! ¡Qué vestido tan precioso!
-          Anda, niña, ayúdame con estos corchetes, que cada día estoy más torpe.
Ella, por supuesto, se había dado cuenta desde el primer momento que no era su abuela, sino el lobo, por lo que empezó a apretar el corsé, tanto, tanto, que la abuela le salió por la boca. Después, llamaron a un circo y ahora el lobo es feliz recorriendo pueblos y ciudades con su espectáculo de transformismo y sin necesidad de fastidiar la vida a las niñas que quieren caminar libres por el mundo.


domingo, 8 de abril de 2012

La vampira del Raval

El pasado mes de febrero se cumplieron cien años de la encarcelación de Enriqueta Martí, conocida como la vampira de la Calle Poniente -actual Joaquim Costa- o la vampira de Barcelona. Se trata de un fascinante caso en el que se mezclan la miseria, la ambición, la pederastia y la capacidad de los poderosos para salir indemnes de todas sus fechorías. Esta mujer nació en Sant Feliu del Llobregat el revolucionario año de 1868 y pronto se trasladó a Barcelona para servir en casa como niñera, oficio que abandonó para dedicarse a la prostitución. Fue entonces cuando conoció a su marido, el pintor Joan Pujaló, con el que se casó en 1895 pero el matrimonio fracasó, según este, por la afición de su esposa a los hombres y sus frecuentes visitas a burdeles así como por su extraño e impredecible carácter. Pese a esto, la pareja se reconcilió hasta seis veces y él se interesó por ella en el momento de su detención.
Enriqueta Martí llevaba una doble -o triple- vida: por el día, mendigaba, muchas veces con alguna criatura de la mano y, por las noches, se dice que se la podía ver luciendo galas en el Liceo o en el Casino de Barcelona. Y es que tenía otros negocios más lucrativos que la mendicidad como eran el proxenetismo de menores y la creación de ungüentos con restos humanos para combatir la tuberculosis, terrible enfermedad en aquel momento. Las gentes acomodadas eran sus clientes y, al parecer, también su seguro de vida ya que en 1909 fue detenida en su piso de la calle Minerva de Barcelona, acusada de regentar un prostíbulo en el que se ofrecían los servicios de niños y niñas de entre 3 y 14 años, pero gracias a sus contactos, el juicio nunca se celebró.
Entre las gentes corría la voz del secuestro de niños pero las autoridades, con el recuerdo temeroso de la Semana Trágica, intentaban negar los hechos, hasta que Enriqueta cometió un error: secuestrar a Teresita Guitart. Ella solía secuestrar a niños de familias pobres, a hijos de prostitutas que difícilmente podían denunciar los hechos. Sin embargo, la familia de Teresita sí tenía los medios para hacerlo y la ciudad se volcó con ella. Una vecina, Claudia Elías, vio a Teresita por un ventanuco, se lo explicó al colchonero y este, a su vez, al agente municipal José Asens que lo denunció a Ribot, su jefe, que fue el que la detuvo. En la inspección del entresuelo del número 29 de la calle Poniente así como en otros pisos en los que Enriqueta había vivido, encontraron una auténtica casa de los horrores: restos de hasta trece niños, huesos convertidos en polvo, botes con sangre... y una libreta con los nombres de sus prestigiosos clientes que las autoridades se apresaron en ocultar.



Con los mimbres de esta historia realmente truculenta, se ha creado una obra de teatro La vampira del Raval que se representa en el Teatre del Raval, antiguo comedor social donde había acudido en numerosas ocasiones la propia Enriqueta. Y para allá que me fui del brazo de mi querido Crístian Oró. La obra, escrita por Josep Arias Velasco y dirigida por Jaume Villanueva, recrea un café-teatro de la época, con toda la crítica social y el humor de un cabaret berlinés. Preciosa la música compuesta para la ocasión por Albert Guinovart, espléndidamente dirigida por Andreu Gallén. La escenografía está muy bien resuelta y consigue que el público se adentre en la ciudad de la época. Y fantástico, por supuesto, el plantel de actores. Las escenas con niños se realizan con marionetas que logran erizar la piel gracias a la destreza de la también actriz y cantante Valentina Raposo. Difícil papeleta para la actriz Mercè Martínez defender un personaje tan deleznable como Enriqueta Martí, pero ella lo hace de manera magistral, provocando tanto la risa como la emoción, especialmente cuando canta Somnis de puresa. Cabe destacar la solvencia en el escenario del joven actor Lluís Parera cuya bonita voz y empaque sobre el escenario cautivan desde el primer momento. Yo ya lo había visto actuar anteriormente, cuando todavía era un actor amateur y tenía claro que había que seguirle la pista, como ahora queda demostrado.Y, finalmente, Mingo Ràfols, absolutamente espléndido en su papel de vedette. En mi opinión, cualquier persona sensible lleva en su interior una vedette, pero se necesita mucho arte para lucirla en público. Y Mingo Ràfols tiene todo el arte del mundo.
Después de la obra, como Crístian tiene mano en esta troupe teatral, seguimos adentrándonos en ese Raval canalla que tanto me gusta. Pero lo que pasó lo dejo como uno de los tantos misterios de Barcelona.


martes, 3 de abril de 2012

Indignidad

Según el comunicado de la Associació d'Estudiants Progressistes, el pasado 29 de marzo los Mossos d'Esquadra, con un dispositivo de veinte furgonetas, comenzaron a intimidar y a perseguir a estudiantes que formaban parte de los piquetes informativos que, ante la situación, decidieron dividirse para huir. Fue entonces cuando capturaron a Isma y a Dani que, desde entonces, están privados de libertad bajo la acusación de violencia callejera y desórdenes públicos. Están en prisión preventiva por pertenecer a un supuesto grupo organizado responsable de los frecuentes alborotos que se producen en la ciudad de Barcelona. Su entorno niega ese hecho y, además, se trata de alumnos de Químicas y que, al parecer, son brillantes. Todo esto está en consonancia con el hecho de que, desde el Gobierno del PP y con la connivencia de CIU, se quiere llevar a cabo una reforma del Código Penal en el que se equipare penalmente los actos de vandalismo generalizado con los sabotajes del terrorismo callejero de apoyo a ETA o kale borroka. Eso sí, cuando en Els Matins de TV3, la entrevistadora le ha hecho notar al conseller d'interior, el tristemente célebre Felip Puig, que la gente no entendería que se les aplicara eso kale borroka a los vándalos de las celebraciones del Barça, este se ha apresurado a desmarcarse del término. Cabe recordar que en ninguna manifestación se han producido tantos desperfectos ni atentados contra bienes públicos y privados como en las grandes celebraciones por las victorias de dicho equipo. 
Así las cosas, ayer 2 de abril, se celebró una concentración en Plaza Universidad para pedir la libertad de los dos detenidos que se convirtió, de forma espontánea, en una manifestación hasta la cárcel Modelo. Allí, los Mossos, con unos chalecos que ocultaban el número de identificación, los cascos puestos y una bufanda que les tapaba media cara, custodiaban el edificio porras en mano. Pero ¿qué esperaban? ¿Una toma de la Bastilla 2? Se trataba de una manifestación pacífica y bastante numerosa en la que no se había producido ningún disturbio pero, de repente, vimos a dos jóvenes muy nerviosas que empujaban una silla de ruedas vacía. Habían detenido a su dueño y la habían dejado allí esperando que alguien se hiciera cargo de ella. En la silla estaba toda la documentación del detenido, José Miguel Esteban que, en un auténtico acto de guerrilla urbana, había pretendido ir por la acera. Difícil es explicar la rabia e indignación que sentimos. Unas personas se hicieron cargo de la silla; otras, llamaron a un abogado; otras, hicimos fotos para difundirlas en las redes sociales y hablamos con los medios de comunicación que empezaban a llegar a la zona. A uno de los periodistas, por cierto, le pegaron con la porra mientras intentaba grabar dicha detención pese a que iba bien identificado con un chaleco naranja en el que ponía "premsa". Y, por supuesto, todo el mundo estaba muy preocupado por esa persona que no puede desplazarse si no es con su silla y, para colmo, él se encarga de cuidar a su mujer, con una enfermedad terminal, que estuvo sola en su casa hasta que Josemi fue liberado a las 6 de la mañana. Y mi pregunta es, esos mossos, ¿pudieron dormir bien esa noche? ¿Están satisfechos con su trabajo bien hecho?



lunes, 2 de abril de 2012

Aplausos

Una tranquila noche primaveral, cenando en la terraza del Bar Calders -que todo el mundo sabe que adoro por sus Spritz- y, a nuestro lado, un grupo de personas suecas de diferentes edades. Nadie había reparado en los dos críos que jugaban con un balón del Barça un poco más allá hasta que, de pronto, se rompió un cristal. La terraza en pleno empezó a aplaudir y uno de los niños, rubio y espigado, echó a correr y se perdió al doblar la esquina. La madre salió tras él y tardaron mucho en volver. Cuando lo hicieron, la mesa sueca se había sumido en un denso silencio y el niño mantenía un trozo de pizzeta en la mano sin ser capaz de llevárselo a la boca. La madre y otro señor le hicieron fotos al vidrio roto, lo que nos hizo suponer que pensaban pagarlo mediante algún seguro y que aquello no tenía, en realidad, más importancia. Pero el malestar del pequeño era palpable. No sé qué pasaría exactamente por su cabeza, quizá que acababa de estropear las vacaciones familiares o que le gustaría ser capaz de volver hacia atrás el tiempo, justo antes del momento en que todo salió mal. Tanta pena daba el chiquillo, que Angelita, mi prima, Javi y yo decidimos invitarlo a un postre. Él dijo que no, y la madre nos explicó que se sentía muy culpable y, sobre todo, muy estúpido, porque toda la gente le había aplaudido para reírse de él. Tener once años, venir de una cultura poco expresiva como la sueca, estar en un país extranjero, cargarte un cristal de un pelotazo y que toda la gente te aplauda no debe de ser la mejor de las situaciones, sin lugar a dudas. Le explicamos que no, que la gente le había aplaudido para darle ánimos, que jugar con la pelota en la calle es lo más normal del mundo y que, a veces, las cosas suceden.



Y como los niños son niños y un dulce es un dulce, al cabo de un rato la madre vino a decirnos que sí, que aceptaba nuestra invitación. El sabor del coulant de chocolate fue endulzando el momento y luego fue él quien vino a darnos las gracias en español, lengua que está estudiando en el colegio y lo invitamos a volver a Barcelona cuando quiera, ciudad en la que siempre será bien recibido.