La reedición de Aunque seamos malditas es, sin duda, una gran noticia. Esta novela de Eugenia Rico es de esas que logra ese estado tan mágico que consiste en transportarte al interior de sus páginas, como si realmente tú estuvieras allí, como si conocieras a todos esos seres peculiares que la pueblan. Una de esos libros que te hacen desear acabar rápido cualquier labor para dedicarte a lo que realmente te interesa: su lectura, zambullirte en la historia, seguir las vicisitudes de esas mujeres valientes dispuestas a luchar contra un entorno que les es hostil. Es una novela profundamente feminista pero va mucho más allá porque no solo nos habla de la injusta situación en la que se ha visto colocado el género femenino a lo largo del tiempo sino también del abuso de los poderosos contra los débiles. La historia de la Humanidad. Y todo ello narrado desde ese espacio brumoso que te absorbe.
No
me extraña que Eugenia sea capaz, en su novelística, de crear esos mundos tan
especiales: es que en la vida real también lo hace. Junto a ella, siempre me
parece estar en otra dimensión. La primera vez que nos vimos fue en el Hotel
Palace de Barcelona, un hotel que, por su arquitectura y decoración, te transporta
a otra época. Además, fueron apareciendo, a lo largo del día, diferentes amigos
de la escritora, personas importantes de la cultura italiana y también la
familia y cuadro flamenco de Joaquín Cortés. El mundo Eugenia. Era un día a
finales de abril y al poco rato de conocerla ya me parecía una amiga de toda la
vida.
Nuestra
siguiente cita fue en el Hotel Danieli, el más lujoso de Venecia pare celebrar un baile de Carnaval. Habíamos
quedado en una sala en la que se ofrecía un aperitivo antes de la gran cena de
gala. Me recibió guapísima, con un traje
de época que había creado para ella una diseñadora francesa. Empezó la cena,
amenizada por una orquesta de cámara, un tenor y una soprano que cantaron
algunas arias, magos… Y, aun mejor, bailamos el minué. Era como estar dentro de una
película de Sissí. Siguieron a esa noche otras de Spritz y confidencias en esa
ciudad que no parece una ciudad sino un sueño.
Después ella se fue a Alemania, país en el que está teniendo un gran éxito y en donde se la considera la nueva Virginia Woolf. Y
allí nos siguieron uniendo las casualidades personificadas en este caso en
Lukas, un periodista alemán. Me pregunto en qué escenario fantástico volveré a
encontrarme con Eugenia, qué nuevas sorpresas me esperan en su mundo. Y mientras
llega ese momento me dedico a lo que sé que a ella le hace más feliz: a leer, a
leerla.
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