Hace una semana escribí una entrada que tenía como tema principal, tal y como sugería el título, los insultos

que cualquiera se expone a recibir si cuestiona según que temas en Cataluña así como criticar la lista de adhesiones que había anunciado Artur Mas. El texto se difundió rápidamente y pronto empecé a recibir comentarios hasta el punto que ya hay más de una cincuentena. Lo curioso del caso es que ninguno de ellos versa sobre el tema del que yo quería tratar sino sobre lo que afirmaba en la introducción con respecto a la gramaticalidad del sintagma "derecho a decidir". Algunas de las aportaciones son insultos contra mi persona -lo que sirve para ilustrar la tesis del artículo- y otros me atribuyen cosas que yo en ningún momento he dicho, como que estoy en contra de los referendos y, por extensión, de los Derechos Humanos (?), lo que hace pensar que, quizá, esas personas nunca pasaron del primer párrafo. También es posible que yo despachara el asunto que excesiva ligereza pero, insisto, se trataba tan solo de un elemento introductorio y no del eje principal. En todo caso, visto el interés que suscita, creo conveniente intentar explicar mejor mi opinión al respecto.
Decía en la anterior entrada que "decidir" es un verbo transitivo por lo que necesita obligatoriamente de un objeto directo para que su significado sea completo y, en este caso, no aparece por ninguna parte. La sintaxis es equivalente en todas las lenguas, es decir, que lo que es un sujeto en catalán lo es en lituano y lo que es un complemento indirecto o dativo en sánscrito también lo es en inglés ya que, salvo en contadas ocasiones, la naturaleza de un verbo es idéntica en todas las lenguas. En el caso del catalán y del español se puede argumentar que se trata de un uso absoluto del verbo "decidir" -por eso algunos lingüistas prefieren hablar de construcciones transitivas que de verbos transitivos- como el que encontramos en oraciones como "tú siempre decides" pero, en este caso, resulta importante identificar el complemento directo porque no es tan evidente como se nos quiere hacer creer. Por ello, mi primera cuestión es cómo se ha traducido esta construcción en las lenguas más habladas de nuestro entorno. Busco en google.co.uk "right to decide" y veo que tan solo aparece en tres medios internacionales -el resto son textos generados por instituciones u organismos catalanes-, uno de Escocia, otro de un partido verde australiano y un tercero, International Journal of Socialist Renewal. En los tres casos, añaden a la construcción el imprescindible complemento directo, "its future" en el primero y "future" en los otros dos.
Veamos qué pasa con el francés, lengua tan cercana al catalán y al español. Le pregunto a Henry Laguérie, periodista galo afincado en Barcelona cómo se traduce en los medios de su país el "dret a decidir" y su respuesta es: "No hay traducción exacta. Igual sería "le droit d'autodetermination". Me decido a buscar entonces la traducción literal, es decir, "droit de décider" y, como en el caso anterior, las apariciones son mínimas. En este caso aparece en un periódico católico francés, Le Croix, que en una entrada del 25 de noviembre de 2012 lleva el concepto en su titular pero, eso sí, convenientemente entrecomillado y con la apostilla "des Catalans". También aparece en Le Journal de Montreal, esta vez sin comillas y en la sección de opinión.
Finalmente, decido averiguar cómo se traduce en Alemania y para ello le pregunto al periodista germano Lukas Grasberger que me responde: "El <<derecho a decidir>> no existe. Existe el <<derecho de autodeterminación>>, una cosa legalmente clara, que se entiende. Supongo que han elegido a propósito una expresión poco clara para evadir las consecuencias. Con esta media frase del <<derecho a decidir>>, gramaticalmente, cada uno en Alemania se preguntaría: <<¿decidir qué?>>. Otra vez el complemento directo. Qué tozuda es la naturaleza verbal.
Obviamente, coincido con la opinión de Grasberger. Tener derechos es muy bonito y a todos nos gusta decidir así que, ¿quién va a renunciar a semejante privilegio? Pero claro, al no concretar a qué se refiere, aquí cada uno puede entender lo que más le plazca. Mientras muchos sobreentienden que lo que se va a decidir es si Cataluña se independiza o no, Núria de Gispert, presidenta de el Parlamento de Cataluña, afirmaba la semana pasada que las preguntas podían ser múltiples: "¿Quiere usted el concierto? ¿Quiere usted que nunca nadie más entre en nuestras competencias? ¿Quiere usted tener voz propia en Europa? ¿Quiere la independencia de Cataluña? ¿Quiere un estado propio?" Resulta cuanto menos curioso que todas las preguntas tengan que ver con el exterior y no haya ni tan solo una relacionada con la política propiamente catalana. ¿Será que sobre eso no tenemos derecho a decidir?
NOTA: Este artículo se publicó el 13 de julio de 2013. En aquel momento, pocas personas cuestionaban la legimitidad -y mucho menos la gramaticalidad- del "derecho a decidir". Sin embargo, a partir de septiembre, empezaron a surgir voces, algunas de gran renombre, en esa línea -que enlazo a continuación en orden cronológico- como
Javier Cercas,
Mario Vargas Llosa,
Álex Grijelmo que coincide plenamente con la argumentación e incluso el título de esta entrada,
Felipe González,
Joaquim Coll,
Antonio Zarzalejo y
Francisco Morente. El colmo de la desvergüenza la encontramos en las declaraciones que realizó Agustí Colomines de CiU realizó en un programa de televisión diciendo, literalmente que "el derecho a decidir es una
chorrada que nos inventamos". Como se puede comprobar en el
vídeo, sus compañeros de tertulia, entre los que se contaba Carme Forcadell, aplaudieron la ocurrencia.
Finalmente, yo misma amplié el tema añadiendo consideraciones jurídicas en este artículo en
Crónica Global.