
Y esto me lleva al siguiente tema, el de los amigos invisibles. Con diferentes variantes, la idea principal del amigo invisible es comprar un regalo para alguien anónimo o bien alguien que te ha tocado por sorteo y se suele establecer un precio que se presupone máximo y mínimo. ¿Qué sentido tiene hacer un regalo a tontas y a locas o a alguien que no sabes ni quién es? ¿Y qué sentido tiene recibir un regalo así? Se supone que el regalo es algo que se hace desde el deseo de mostrar nuestros buenos sentimientos hacia alguien. A partir de estas premisas, resulta realmente difícil que el destinatario esté satisfecho con el presente recibido por que lo normal es que, tras un breve período de tiempo, pase a generar nuevos residuos que se han de sumar a los que ya ha generado con el envoltorio. Y todo esto, ¿para qué?
En Alemania, por ejemplo, en lugar de amigo invisible, después de las fiestas, se reúnen e intercambian aquellos regalos que no les han gustado. A eso le llamo yo sentido práctico. Aunque se trate de algo bastante anecdótico, creo que sirve para ilustrar la relación que tiene ellos con el dinero y el aprovechamiento material, algo que se puede comprobar, también, por la gran cantidad de mercadillos y tiendas de segunda mano que hay en ese país. Así, de la misma manera que la gente participa de forma masiva en los amigos invisibles, gastando un dinero que, por pequeña que sea la cifra, siempre podría tener un mejor destino, en España se ha permitido que los políticos gasten nuestro dinero en obras que han resultado ser tan inútiles como los regalos de aquella despedida de soltera.
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