Arcadi –quien, por cierto, es pintipuro a un
retrato de Tamara Lempicka- dice que la asquerosa actuación policial de los
Mossos d’Esquadra del pasado 27 de mayo en Plaza Cataluña ha hecho que saque el
tigre que lleva dentro y ahora está totalmente entregado a la causa. Así,
llevado por ese ímpetu revolucionario, el día siguiente de la victoria del
Barça en Wembley, él escribió en su muro de Facebook: “El Barça me la trae
floja”. A mí también me gustaría poder escribir un estado como ese, pero no
puedo. En primer lugar, por razones obvias, ya que carezco de atributos
masculinos y, por otra, porque aunque me gustaría que el Barça me fuera
totalmente indiferente, temo cada uno de sus partidos como una condena.
De entrada, ya antes de que empiece, te puedes encontrar a sus seguidores (y
algunas seguidoras) por las calles vociferando. Una vez iniciado el encuentro,
no paran de hacer ruido con esos inventos infernales en forma de aerosol sonoro
y con petardos, algo que se multiplica en caso de que marquen un gol. Mientras,
el pobre Román, en general un perro tranquilo y pacífico, empieza a ladrar
enloquecido y a correr de un sitio a otro del piso, contribuyendo así al horror y, seguramente, sufriendo bastante. Si el Barça gana o empata,
algo que sucede con gran frecuencia, se desata el escándalo. Esto es
especialmente terrible si sucede entre semana y al día siguiente tienes que
levantarte a las 6 de la mañana, como es mi caso y el de tantas otras personas.
¿Por
qué se permite todo esto con el fútbol? ¿Qué pasaría si cada persona, contenta
por sus motivos personales –encontrar trabajo, aprobar unas oposiciones, tener
el orgasmo de tu vida- se dedicara a tirar petardos hasta altas horas de la
madrugada? Y digo Barça porque vivo en Barcelona, pero lo hago extensible a
cualquier equipo al que se le permita tanta majadería. Vaya por delante que cada uno puede tener la
afición que le plazca, sea fútbol, jardinería o encajes de bolillo y que, por
supuesto, me parece que el equipo de Pep Guardiola tiene un gran mérito
deportivo pero ¿por qué tiene que interferir en la vida de todo el mundo,
incluidos aquellos a los que el fútbol nos da igual? ¿Por qué se les dedica
tantísimo espacio en los medios de comunicación? Y, sobre todo -siguiendo la
estela de Antonio Muñoz Molina en su entrada de blog “¿Cuánto nos cuesta?”-
¿por qué tenemos que pagar los excesos de sus hinchas? Me parece que la
obligación de la ciudadanía es reclamar el monto de los destrozos que se
producen en cada una de las celebraciones de este club privado y, por supuesto,
negarnos a pagar nada. Sin ir más lejos, en la celebración del sábado 28 de
mayo, los comerciantes valoran las roturas y saqueos en 602.682 euros.
Escandaloso, absolutamente escandaloso. Y no me sirve que se diga que son
cuatro, que el resto de la afición no tiene la culpa, porque esto es siempre
así. ¿Por qué se permite? ¿Por qué está tan bien aceptado? ¿Por qué en la
televisión pública catalana se da por hecho que todo el mundo es del Barça y se
manifiesta abiertamente el deseo de que gane? Que alguien me lo cuente porque
yo no entiendo nada.
Me encanta la palabra pintipuro y me encanta la idea de celebrar con petardos los mejores orgasmos. O con petardas.
ResponderEliminarCreo que siempre es mejor celebrar las cosas con petardas que con petardos.
ResponderEliminarmuy bueno!
ResponderEliminarSencillamente la explicación es tan triste que nadie quiere darla. Todo lo que rodea al Barça le viene tan bien al poder establecido, y da tanto dinero, que les da igual si se rompen cosas o si un día hay que desplegar a la policía. El Barça parece ser excusa para todo.
ResponderEliminarEso sí, luego como tú ocupes una plaza para protestar por los abusos de los bancos y los políticos, eres poco menos que un delincuente peligroso.