viernes, 22 de junio de 2012

El mundo es nuestro

Una de las cosas que más me molestan son las mentiras. Cuando descubro que alguien me ha mentido, se abre ante mí una brecha que me aleja de esa persona que, me cuente lo que me cuente después, siempre la veo oscurecida por la sombra de la duda. Pero, ¿qué sucede cuando los que mienten son las personas que dirigen el país? Pese a que aún no hemos llegado a los niveles de la visionaria novela de George Orwell, 1984, en la que el protagonista trabaja destruyendo información para reconstruirla al gusto de los gobernantes, nuestros políticos actúan como si así fuera y donde dije digo digo Diego y me quedo más ancho que largo.
Más allá de estas mentiras puntuales sobre hechos concretos que nos escandalizan momentáneamente y  que luego olvidamos -imagino que ya cuentan con ello-, hay otro tipo de engaño más sutil pero que, en mi opinión, lastra todavía más el decaído estado de ánimo general. Me refiero a los constantes cambios en las reglas del juego en las que siempre sale perdiendo la mayoría de la sociedad. Nos convencieron, por ejemplo, de que debíamos comprar pisos, que era una buena inversión y que sus precios nunca bajarían. Y no solo han bajado si no que, además, durante unos años, con la subida de los tipos de interés, las mensualidades se volvieron insostenibles para muchas personas y, para colmo, se han reducido los beneficios fiscales. Alguien podía intentar, por ejemplo, hacer su trabajo lo mejor posible para tener un contrato fijo en una empresa pero, una vez conseguido, convertirse en papel mojado. O encerrarte a estudiar para aprobar unas oposiciones, conseguir, por fin, el ansiado puesto de trabajo con un salario fijo para toda la vida y comprobar que no solo pueden bajar tu salario cada vez que les dé la gana -tanto el Gobierno central como el autonómico, que aquí no le hacemos ascos a nada- si no que, además, con las reducciones de plantilla frutos de los recortes, muchas de estar personas no saben ahora mismo dónde van a ir a parar.
De este engaño vital habla, con muchísimo humor, la película El mundo es nuestro, que está llamada a crear un hito dentro del cine español como en su día hiciera La estanquera de Vallecas: bancos que fingen ser nuestros amigos y que nos tutean, políticos corruptos, periodistas que se niegan a desperdiciar su carrera persiguiendo a famosetes en el AVE y mucha personas desesperadas pero que no pierden la dignidad. Y todo ello con la Semana Santa sevillana y la idiosincrasia del pueblo andaluz como telón de fondo. Una película sobre la crisis actual pero en clave de comedia, con momentos realmente hilarantes y una fantástica banda sonora que no hay que perderse.



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