miércoles, 7 de diciembre de 2011

Monopoly

De pequeña, uno de mis juegos preferidos era el Monopoly. Ay, esas tardes de partidas interminables, ahorrando para comprar hoteles y luego, la alegre sorpresa de ir por Barcelona y descubrir el nombre de las calles que habíamos aprendido en el famoso tablero. Ahora, cuando constantemente nos bombardean con las decisiones de las agencias de calificación, esos pájaros de mal agüero de la deslucida épica actual, me acuerdo del Monopoly porque me parece que tener una de esas tristemente célebres agencias -de las que no sabíamos nada no hace tanto- es como jugar una partida con dinero de verdad en la que, además, siempre ganas. Lo peor para todos los que no tenemos uno de esos negocios es que sus decisiones, al más puro estilo "efecto mariposa," acaban suponiendo la bajada del sueldo de los funcionarios y de las pensiones, la destrucción de puestos de trabajo, la precarización de la sanidad y de la educación pública... 

Y es que parece que no hay más opción que seguir los dictados de los gurús expertos en macroeconomía y los archicacareados mercados y si no les gusta como van las cosas, quitan del medio al presidente de turno, ponen un tecnócrata y santas pascuas. Por mucho que nos alegremos de perder de vista al inefable Silvio Berlusconi, lo que ha pasado en Italia y en Grecia es terrible. No es que confíe en la buena fe de los políticos, ni mucho menos, pero estos, al menos, saben que sus acciones serán sometidas al dictamen de las urnas y eso es un freno a la hora de tomar según que medidas. Pero los tecnócratas no, así que pueden imponer lo que se tercie, por muy impopular que sea. En ese sentido, me parecen elocuentes las lágrimas de Elsa Fornero, la ministra italiana de Bienestar Social. Se ha discutido mucho sobre si eran pertinentes o no y sobre si resulta decorosos que alguien con su cargo llore en público pero eso no me parece importante. Lo crucial aquí es que lo que el pueblo vote no tiene ya ningún valor, se ha convertido en papel mojado. El grito de "no nos representan" cobra ahora más sentido que nunca y eso es peligroso, muy peligroso.

5 comentarios:

  1. Cierto, muy cierto. Ojalá los ciudadanos empecemos de una vez a recuperar cierta capacidad crítica, la que nos hace falta para afrontar estos enormes desafíos y hacer pagar su cuota de responsabilidad a aquellos que malversan y juegan con nuestras vidas. A veces mi indignación llega a tan alta cota que desea de forma irracional que esta jentuza arda en el infierno. La mayoría de las leyes humanas instauradas en el complejo mundo imaginario del hombre son una estafa, hay que acabar con ellas. Me molesta que en momentos tan críticos insistamos en parodiarlo todo y en no tomarnos en serio estos asuntos, pongo como ejemplo la tan adornada y navideña Plaça Catalunya o
    La Rambla. Es una ofensa que aquí se ande recortando a destajo y no se corten en insultarnos descaradamente vistiendo ostentosamente de luces las calles como nunca antes había visto. Me hiere profundamente que seamos tan necios, me hiere escuchar "es que es navidad, un poco de alegría no viene mal". La alegría no está estrictamente ligada a ver un apabullante alumbrado por toda la ciudad, el alumbrado está estrictamente ligado a que consumas desesperadamente en un intento de eludir la realidad de muchos. El monopolio de la razón debe ser nuestro, el de la venganza también (jajajaj). Paro aquí, que empiezo y no hay non stop...gracias Sonia.

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